martes, 4 de mayo de 2010

Ajedrez:¿Por que denominado el deporte ciencia?


AJEDREZ: CIENCIA DE LA FILOSOFIA Y PENSAMIENTO

Dice Mario Vargas Llosa que las narraciones de Jorge Luis Borges, en su simplicidad aparente, resultan siempre inquietantes, porque dan idea de perfección. Y -agrega quien esto escribe- la perfección, si existe, no es atributo humano sino divino, salvo que uno se llame Wolfgang Mozart. O José Raúl Capablanca, el genial ajedrecista cubano, cuyos memorables juegos tienen esa misma hondísima claridad de la música de Mozart. Existe, entre el juego del ajedrez y el arte de los sonidos, un poderoso cordón umbilical que se expresa de muy diversas formas, algunas de ellas objetivables; son las únicas actividades humanas que producen con frecuencia y naturalidad casos de precocidad extrema, los llamados “ñiños prodigio”. Otros aspectos de esta curiosa simbiosis son más sutiles, por subjetivos: por ejemplo, la relación que los ajedrecistas melómanos, que lo son casi todos, suelen establecer entre el estilo de ciertos jugadores y el clima musical de ciertos compositores. Pero que el vínculo, con su componente de enigma, porque no se sabe dónde reside explícitamente, existe, lo puede confirmar cualquier amante de las dos disciplinas. Subrayarlo no constituye ninguna novedad.
Menos frecuente es encontrar un paralelismo entre el ajedrez y la filosofía, en particular con su rama metafísica. Después de todo, el primero es una actividad lúdica, un simple juego que se desarrolla dentro de reglas claras y accesibles, y no parece tener mayor parentesco con la disciplina que se plantea nada menos que buscar el sentido último de la vida. Sin embargo, aquellos que creen en que el trayecto vital del hombre está pre determinado por fuerzas superiores que escapan a su control, llámese esta fuerza el Mahat egipcio, la Moira helénica, el Destino o Dios, han encontrado una trágica equivalencia entre la movilidad de una pieza de ajedrez, siempre condicionada a la voluntad del jugador, y la suerte del individuo, cuya voluntad se halla severa, y a veces absolutamente, limitada por esas mismas fuerzas. El gran poeta y humanista persa Omar Khayaham, que vivió entre el 1048 y el 1122, en uno de sus hondos y dolientes poemas breves llamados Rubayat, dijo: “Y después de todo, qué es la vida sino un inmenso tablero de ajedrez, sobre el cual el Destino mueve a los hombres como si fueran piezas, y luego los coloca en una caja de madera”. El ajedrez aparece aquí como un símbolo, una alegoría de la existencia humana, encandilada por el engaño, en la óptica fatalista del poeta, del libre albedrío, pero en los hechos, apenas un frágil instrumento de potencias incontrolables.


Tomado de:
Borges, el ajedrez y la metafísica
http://www.utpa.edu/dept/modlang/hipertexto/docs/Hiper4Maiztegui.pdf
Lincoln R. Maiztegui
consultado 3 de mayo 2010 4:20 pm



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